Molesto
No había animales en el exterior ni gente paseando. Incluso se aseguró de comprobar todas las ventanas y puertas por si acaso.
Amelia se paró en medio de la silenciosa y oscura sala de estar y suspiró, el pánico ahora reemplazado por el fastidio. “¿Te estás volviendo loco en tu vejez?”, le preguntó. Pronto vería lo equivocada que estaba.